Conocí a Manuel una tarde de invierno de 2019, cuando se acercó a meter mis compras del supermercado en bolsas de plástico. Manuel se dedicaba—y se dedica—a eso: coloca la comida de los clientes en bolsas del Keyfoods en Manhattan.
Unas semanas después de conocernos y entablar una conversación de pasillo—“¿de dónde eres?, ¿qué tal el día?, ¿mucho lío?”—, Manuel se derrumbó entre bolsas, mientras contaba que su sobrino había muerto en Oaxaca, México. Yo, paradita y callada, le escuché, dándole palmadas en el hombro. Él me abrazó con cariño, mientras me pedía que rezara por su familia, por sus hermanos y por los hijos de su sobrino que no entendían dónde estaba su padre.
No le vi en los próximos seis meses, aunque Manuel seguía yendo todos los días al Keyfoods de 8 de la mañana a 10 de la noche, para encargarse de las bolsas. Quizá, sin ser muy consciente, evité ir. Manuel, que cruzó la frontera con México hace 12 años, llevaba más de una década sin ver a su familia. Manuel, que trabajaba siempre en pie a sus 56 años, no me dejaba que yo le ayudara con las bolsas en el supermercado—yo era la clienta, él el empleado. No sabía muy bien cómo ayudarle, aunque él solo buscara alguien con quien hablar.
Pero en navidad volví a ir al Keyfoods y Manuel, al verme, me secuestró con un abrazo. Me preguntó por mi familia, yo por la suya; le pregunté por su trabajo, él por el mío. Y desde entonces, Manuel y yo bailamos este tango del achuchón, las preguntas y las bolsas cada semana, con ligeros cambios (“A la hija de mi sobrino le dieron por fin el riñón en el hospital”, “Tendrías que ir a la Iglesia de la Virgen de Lourdes, es precioso”). Y el baile siempre acaba con Manuel suspirando que “todo está en manos de Dios” y yo asintiendo, parada, callada y con cariño.
Primera parte aquí.
De qué se habla en la calle
Mientras Australia evacúa a cientos de personas de las zonas afectadas por los incendios forestales, los fuegos, que empezaron en septiembre, arrasan el sudeste del país.
Por qué: Cada verano, los incendios forestales arrasan partes de la isla cuando se resecan los bosques. Este año han sido mucho peores sobre todo por dos razones. 1. La subida de temperaturas como consecuencia del aumento de CO2 en el aire. Y 2. El impacto del dipolo del océano Índico, conocido como el Niño indio, un cambio en la temperatura que provoca sequías en el sudeste de Australia. Además, muchos incendios han sido provocados, no naturales.
Impacto: 27 muertos; 10 millones de hectáreas quemadas sobre todo en los estados de Victoria y New South Wales; casi mil millones de animales asfixiados, 500 millones solo en el estado de New South Wales. Victoria y New South Wales han declarado estado de emergencia o de desastre dando más poder al gobierno para que actúe.
Ahora qué: Bomberos y voluntarios intentan detener el avance de los incendios, mientras la policía y el ejército del país evacúa a los ciudadanos. Pero el verano en Australia acaba de empezar, y se esperan máximas temperaturas entre finales de enero y febrero—de momento, no se ve el fin de los incendios.
Qué se comenta en la redacción
La semana pasada acabé de leer “A little history of the world” del historiador del arte austríaco Ernst Gombrich. El libro, publicado por primera vez en 1936, narra nuestra historia desde el descubrimiento del fuego hasta la Segunda Guerra Mundial. En 1935, un editor pidió a Gombrich que echara un vistazo a un libro de historia para niños y que le diera su opinión. A Gombrich no le gustó nada, así que su amigo le retó a escribir algo mejor. Un mes y medio Gombrich presentó su primer borrador en alemán.
Al poco tiempo, el régimen Nazi prohibió el libro por ser demasiado pacifista y Gombrich no lo volvió a tocar hasta los 90, cuando ya había publicado otras muchas obras—la más famosa, “The Story of Art”. Pasó los últimos seis años de su vida editando, cambiando y traduciendo “A little history of the world” al inglés.
Si queréis entender nuestro mundo, este libro os explicará cómo llegamos a él en menos de 300 páginas, respondiendo a preguntas como por qué usamos la expresión pírrico, de dónde sale el concepto de maratón, el impacto de la industrialización en Europa y el rápido crecimiento de Japón.
Me encantó este comentario del historiador Anthony Grafton en el Wall Street Journal sobre el libro: “Lucky children will have this book read to them. Intelligent adults will read it for themselves and regain contact with the spirit of European humanism at its best”.
Para leer a gusto
1. Este reportaje de Dexter Filkins en el New Yorker, Septiembre 2013, sobre Soleimani—el comandante iraní que Estados Unidos mató hace diez días—y su papel en Oriente Medio.
“Suleimani took command of the Quds Force fifteen years ago, and in that time he has sought to reshape the Middle East in Iran’s favor, working as a power broker and as a military force: assassinating rivals, arming allies, and, for most of a decade, directing a network of militant groups that killed hundreds of Americans in Iraq. The U.S. Department of the Treasury has sanctioned Suleimani for his role in supporting the Assad regime, and for abetting terrorism. And yet he has remained mostly invisible to the outside world, even as he runs agents and directs operations. “Suleimani is the single most powerful operative in the Middle East today,” John Maguire, a former C.I.A. officer in Iraq, told me, “and no one’s ever heard of him.”
When Suleimani appears in public—often to speak at veterans’ events or to meet with Khamenei—he carries himself inconspicuously and rarely raises his voice, exhibiting a trait that Arabs call khilib, or understated charisma. “He is so short, but he has this presence,” a former senior Iraqi official told me. “There will be ten people in a room, and when Suleimani walks in he doesn’t come and sit with you. He sits over there on the other side of room, by himself, in a very quiet way. Doesn’t speak, doesn’t comment, just sits and listens. And so of course everyone is thinking only about him.””
2. Este relato de Jorge Luis Borges, 1936.
“El tango hacía su voluntá con nosotros y nos arriaba y nos perdía y nos ordenaba y nos volvía a encontrar. En esa diversion estaban los hombres, lo mismo que en un sueño, cuando de golpe me pareció crecida la música, y era que ya se entreveraba con ella la de los guitarreros del coche, cada vez más cercano. Después, la brisa que la trajo tiró por otro rumbo, y volví a atender a mi cuerpo y al de la companera y a las conversaciones del baile. Al rato largo llamaron a la puerta con autoridá, un golpe y una voz. En seguida un silencio general, una pechada poderosa a la puerta y el hombre estaba adentro. El hombre era parecido a la voz”.
3. Este poema de Juan Ramón Jiménez, 1917.
“Yo no soy yo.
Soy este
que va a mi lado sin yo verlo,
que, a veces, voy a ver,
y que, a veces olvido.
El que calla, sereno, cuando hablo,
el que perdona, dulce, cuando odio,
el que pasea por donde no estoy,
el que quedará en pie cuando yo muera”.
Mi hermana Miriam, que hace los dibujos, se acaba de mudar a Japón. Os recomiendo que le sigáis en Instagram, porque seguro que lo peta ahora con sus bocetos de Tokyo. Es una crack.
Ánimo con la semana,
Carmen
Imágenes de @miri_arroyo