Camila y Laura se agarran a las barras en la línea uno de metro, intentando no perderse entre la marea de oficinistas que abandonan midtown. Cuando entro en la parada 42, Camila lleva 10 minutos hablando de David—su churri, su amante, su algo, su nada. Se conocieron en Bogotá en 2014, se vieron dos veces por amigos de amigos y se gustaron a la segunda. Dijeron de quedar, de hablar, de ver si había algo, pero David viajaba por trabajo a Medellín y Camila tampoco quería forzar. Dos semanas después, David volvió a Bogotá y llamó a Camila. “Tomémonos un trago,” le sugirió. De uno pasaron a tres. Y al discutir el cuarto, David le confesó que le gustaba. Ella respondió: “Bueno. No te enamores de mí, que soy peligrosa”. El se envalentonó: “Tú no te enamores de mí, que soy peligroso”. Y así los peligrosos acordaron que sería una aventura física, breve y bastante pasional.
Cuarenta y tres días más tarde, David cogió un vuelo a Nueva York por trabajo—no sabemos en qué sector. Camila se quedó sola en Bogotá, pensando en David y en la carta de la Universidad de La Habana—le habían aceptado para un programa en Biología. David regresó a los quince días y Camila ya estaba haciendo las maletas; se marchaba a Cuba. Él, calladito, le acompañó a los últimos recados y las penúltimas compras. Camila le miraba sin mirar, enterrando sus deseos entre las chanclas, los bañadores y el deber-ser. “Le extrañaré”, pensaba en silencio, mordiéndose la lengua.
Ella le había avisado—no se debían encariñar—y quizá no lo había hecho, pero no había visto del todo el “peligro”. David nunca le trató mal, ni fue infiel, ni le rechazó. De hecho, Camila nunca había estado con nadie tanto tiempo y con tanto cariño. Tenían un pacto y él había cumplido su parte. Sin pensarlo, expresarlo o saberlo ambos querían más, pero ninguno podía decirlo. Ella se iba y lo habían hablado. David se quedaría en Bogotá, Medellín o Nueva York, pero no viviría en Cuba. Camila se mudaba para varios años y no volvería a Colombia.
Laura le acaricia la mano, entre los otros 50 pasajeros que se empujan por escapar en la parada 72. Las dos salen y Camila, aún en su veintena, le dice. “Soy peligrosa, pero David lo era más”. Lo que quiere decir—según yo que voy dos pasos por detrás—es que el único peligro real es amar.
De qué se habla en la calle
Hace casi un mes estalló en la provincia china de Wuhan un tipo de coronavirus que provoca fiebre, dificultades respiratorias y problemas pulmonares. El virus, que puede ser mortal, se ha extendido ya a más de 23 países, con al menos 360 muertos en China.
Qué ha pasado hasta ahora. El virus, incubado en un mercado de pescado y carnes, enfermó a casi 60 personas en Wuhan a principios de enero. Desde entonces, cientos de personas lo han contraído en todo el mundo, así que el gobierno chino ha puesto a Wuhan en cuarentena. Algunos expertos temen que se pueda convertir en una pandemia.
Otros países. Nueva Zelanda, Australia, Estados Unidos y Filipinas han prohibido la entrada de viajeros que vengan de China, aunque la enfermedad ya ha llegado a España, Francia, Alemania, Estados Unidos y Reino Unido, entre otros.
Ahora qué. Se sigue investigando una vacuna para el virus, pero los expertos dicen que tardará varios meses. De momento, se aconseja lavarse las manos, no tocarse la cara y alejarse de cualquiera que tosa y estornude. Y, si eso, usar máscaras respiratorias.
En este podcast del New York Times, un corresponsal viaja a Wuhan antes de la cuarentena y explica por qué se está propagando tan rápido.
Qué se comenta en la redacción
Para mí, Miguel Delibes es el mejor escritor español de la segunda mitad del siglo XX. Nacido en Valladolid, 1920, Delibes plasmó en sus tropecientas obras el drama castellano: la vida rural desaparecía, los jóvenes se mudaban a las ciudades y Castilla, tierra de campesinos, moría poco a poco.
Aunque sus libros más conocidos son ‘El camino’, ‘El hereje’ o ‘La sombra del ciprés es alargada’, ‘La vida sobre ruedas’, un compendio de cuatro cuentos, concentra la misma ternura en solo 89 páginas. ‘La vida sobre ruedas’ recorre la infancia, adolescencia y madurez de Delibes a través de su obsesión por el deporte—la caza, el fútbol, la bici y la moto—, fotografiando la Castilla del siglo pasado.
El librito arranca así: “A mi padre se le adivinaba la ascendencia europea en su afición al aire libre. No es que fuera un sportman, como se decía a comienzos de siglo del señorito ocioso dado a los deportes, pero sí un hombre que con cualquier motivo buscaba el contacto con el campo. Este hecho era raro en España, no sólo a finales el siglo XIX sino en el primer cuarto del siglo XX. El español del 900, ese hombre de cocido, cigarro y casino, relacionaba indefectiblemente la idea de campo con la idea de enfermedad. […] Mi padre, pese a pertenecer a la misma generación, tenía un concepto más moderno sobre el particular: la naturaleza era la vida y era preciso conservarla y disfrutarla.”
Para leer a gusto
1. Este reportaje de David Rohde en el New Yorker, enero 2020, sobre William Barr, el fiscal general de Estados Unidos. Barr, que cree en aumentar los poderes de la presidencia frente al congreso, será crucial en el impeachment. Requiere tiempo, pero es MUY interesante.
“One classmate told me that Barr delighted in intellectual combat: “That smug, low-key demeanor—he really loved to push people’s buttons.” Garrick Beck, another classmate, disliked Barr’s politics but admired his integrity. Even then, he said, Barr was convinced that only a strong President could protect America from threats. “How else does a nice guy like Barr defend this boorish tycoon?” Beck said, of Trump. “I think he is doing it because he is a true believer.””
2. Este relato de Charlotte Perkins Gilman, 1892, sobre cómo una mujer pierde la cabeza por estar encerrada en una habitación para “recuperar su salud”. El tapiz amarillo, escrito en formato de diario, es uno de los cuentos más importantes de la literatura feminista norteamericana. (Si lo queréis en PDF, os lo mando por email).
“Por fin he hecho un verdadero hallazgo. A fuerza de mirarlo cada noche, cuando cambia tanto, he acabado de descubrir la solución. El dibujo principal se mueve, efectivamente, ¡y no me extraña! ¡Lo sacude la mujer de detrás! A veces pienso que detrás hay varias mujeres; otras veces que solo hay una, que se arrastra a toda velocidad y que el hecho de arrastrarse lo sacude todo”.
3. Estos versos de Pedro Calderón de la Barca en La vida es sueño, 1635. Los leo y vuelvo a ver a mi hermano Josemaría—entonces 15, ahora 24—recitando los monólogos de Segismundo por los pasillos de casa.
“Yo sueño que estoy aquí
destas prisiones cargado,
y soñé que en otro estado
más lisonjero me ví.
¿Qué es la vida? Un frenesí.
¿Qué es la vida? Una ilusión,
una sombra, una ficción,
y el mayor bien es pequeño:
que toda la vida es sueño,
y los sueños, sueños son”.
Perdonad por la lentitud—viajes, visitas y pereza natural—, pero, como en todo, lo bueno se hace esperar. Ojalá Miriam opine como yo—pese a recordarme cada día que Japón vive 14 horas por delante.
Besos,
Carmen
Imágenes de @miri_arroyo