Como solo conozco esta vida, no sé si hay hábitos de la adolescencia o si los nuestros acogían el espíritu de los tiempos. Es decir, si éramos canis porque sí o porque representábamos algo más.
Con 13 años, mis amigas y yo descubrimos messenger y, con más ganas que maña, embutíamos en nuestros estados 58 mensajes papichulos. En apenas dos frases, dedicábamos el messenger a la compañera de clase, la prima Eugenia, tu mejor amigo Agustín, el perro—que no se olvide—, el chico con el que salías— siempre al final con un “tQ”—, tu hermano, tu primo segundo, tu compañera de gimnasia rítmica, tus colegas del verano, tus amigos del campamento, el portero, el de esgrima y, si te quedaba sitio, añadías una frase pensativa—mejor en inglés. Está claro que con los años perdimos capacidad de síntesis.
Nosotras, como otros pipiolos de Burgos, llegábamos a casa a las seis de la tarde, cogíamos el bocata de nocilla y, simulando estudiar, nos conectábamos al messenger para cotillear durante 40 minutos. Pese a mandarnos notas en clase y charlar en el recreo, siempre había tema. Algunas veces, hombres aleatorios—el que vimos en Las Llanas, aquel del Jesuitas, el otro de La Salle, el barbudo del Buru—, y otras, nuestras clases—“Conocimiento del Medio me mata, acho”—, todo aderezado con nimiedades propias de adolescentes.
Hasta aquí la juventud de principios de los 2000. Pero en lo que dudo de nuestra “chonidad”, y en lo que queríamos decir de nosotras mismas, está en los nombres de nuestros usuarios: manuelinda, trufacano, carmenchuli, chuliciordia, beushhhh, y otros apodos que ahora solo se ven en anuncios pegados a farolas. También usábamos los usuarios por los pasillos del colegio— “¿Qué pasa, Carmenchuli?”—y algunos sobrevivieron años después en Instagram.
Como adolescentes, esos manuelinda y trufacano gritaban al mundo que pertenecíamos a un grupo, que tanteábamos nuestra identidad y, de paso, que éramos los más chulos del barrio. Pero la pubertad no justifica el mal gusto. Los 2000 nos dieron a Operación Triunfo, a Camela, que aún coleaba, y a DJ Marta con aquel “Yo lo que quiero es irme de fiesta”. Nosotras, granudas en los 2000, éramos adolescentes pero también canis sin romper con el espíritu de nuestros tiempos.
De qué se habla en la calle
Con las elecciones del 10-N, cuartas en cuatro años, España se vuelve a enredar en los posibles pactos para agarrarse a la Moncloa. Las elecciones generales tuvieron dos ganadores y un claro perdedor—por un lado, Vox, con 52 escaños, y los partidos independentistas con las CUP entrando en el Congreso; por el otro, Ciudadanos se hunde, con solo 10 escaños.
Si en verano era complicado pactar, ahora hay que hacer malabares para llegar a los 176 diputados. De momento, los analistas barajan que el PSOE pacte con Podemos, con el partido de Errejón Más País, y con algún partido nacionalista (el vasco PNV o el catalán ERC). Las otras opciones son que varios partidos se abstengan y dejen gobernar a la izquierda, o una gran coalición PP-PSOE (poco probable). Con todo, España se hace más ingobernable—crecen los extremos y desaparece el centro.
De momento las elecciones se han cobrado a su primera víctima: el líder de Ciudadanos, Albert Rivera, ha dimitido tras el desastre electoral. En este artículo, El Confidencial resume la jornada en 10 datos.
Qué se comenta en la redacción
Hace poco menos de un mes, el periodista del New Yorker Ronan Farrow publicó “Catch and Kill”, en el que cuenta cómo investigó al productor de cine Harvey Weinstein y cómo este contrató a la agencia de espías israelí Black Cube para amedrentar a periodistas y víctimas.
En 2017 y 2018, Farrow escribió sobre los abusos sexuales de Weinstein y de Les Moonves, antiguo CEO de CBS, dando pie al movimiento #MeToo. Pero “Catch and Kill” no se centra solo en las víctimas, si no que profundiza en la cultura de abuso de poder, perpetuada por cadenas como NBC y periódicos de American Media Inc. También es cierto que Farrow tenía la ventaja de pertenecer al mundo que intentaba desenmascarar—es hijo de Mia Farrow y Woody Allen—y se nota en su acceso a fuentes—habla hasta con Meryl Streep.
El título, que me parece brutal y aparece a lo largo del libro, viene de la práctica periodística de comprar historias (catch) para no publicarlas (kill). Farrow concluye: “In the end, the courage of women can't be stamped out. And stories—the big ones, the true ones—can be caught but never killed.”
Para leer a gusto
1. Este perfil de Joseph Mitchell, 1956. Nota: La manera de escribir perfiles ha cambiado mucho en los últimos 50 años; mientras que este contiene largos monólogos del entrevistado, los actuales son más breves y con más narración.
“It was my plan to be buried in the same grave with my second wife,” Mr. Hunter said “When she died, I was sick in bed, and the doctor wouldn’t let me get up, even to go to the funeral, and I couldn’t attend to things the way I wanted to. At that time, we had a gravedigger here named John Henman. He was an old man, an old oysterman. He’s dead now himself. I called John Henman to my bedside, and I specifically told him to dig the grave eight feet down. I told him I wanted to be buried in the same grave. ‘Go eight feet down,’ I said to him, ‘and that’ll leave room for me, when the time comes.’ And he promised to do so. And when I got well, and was up and about again, I ordered this stone and had it put up. Below my wife’s name and dates I had them put my name and my birth year. When it came time, all they’d have to put on it would be my death year, and everything would be in order. Well, one day about a year later I was talking to John Henman, and something told me he hadn’t done what he had promised to do, so I had another man come over here and sound the grave with a metal rod, and just as I had suspected, John Henman had crossed me up; he had only gone six feet down. He was a contrary old man, and set in his ways, and he had done the way he wanted, not the way I wanted. He had always dug graves six feet down, and he couldn’t change. That didn’t please me at all. It outraged me. So, I’ve got my name on the stone on this grave, and it’ll look like I’m buried in this grave.
He took two long steps, and stood on the next grave in the plot.
“Instead of which,” he said, “I’ll be buried over here in this grave.” He stooped down, and pulled up a weed. Then he stood up, and shook the dirt off the roots of the weed, and tossed it aside.
“Ah, well,” he said, “it won’t make any difference.”
2. Este relato de Shirley Jackson, 1948. Esperad al final.
“La mañana del 27 de junio amaneció clara y soleada con el calor lozano de un día de pleno estío; las plantas mostraban profusión de flores y la hierba tenía un verdor intenso. La gente del pueblo empezó a congregarse en la plaza, entre la oficina de correos y el banco, alrededor de las diez; en algunos pueblos había tanta gente que la lotería duraba dos días y tenía que iniciarse el día 26, pero en aquel pueblecito, donde apenas había trescientas personas, todo el asunto ocupaba apenas un par de horas, de modo que podía iniciarse a las diez de la mañana y dar tiempo todavía a que los vecinos volvieran a sus casas a comer”.
3. Este poema de Dylan Thomas, 1951.
“Do not go gentle into that good night,
Old age should burn and rave at close of day;
Rage, rage against the dying of the light.
Though wise men at their end know dark is right,
Because their words had forked no lightning they
Do not go gentle into that good night […]”
Perdón por desaparecer las últimas dos semanas y por esta newsletter tan larga. Ánimo con el frío.
Carmen
Imágenes de @miri_arroyo