Victoria tenía once años cuando susurró junto a la portería de fútbol que había nacido por error. Las demás la miramos como si estuviera loca, nuestros padres nos querían a todas y a ella también. De hecho, mi madre la adoraba—que si Victoria esto, que si Victoria lo otro, que si viene a comer, que si le recogemos de judo—. Pero ella, apoyada en el poste, repetía: “Solo querían dos hijos y yo no nací en primavera”. Según Victoria, toda la familia Muñoz vino al mundo con las flores menos ella, que apareció con la escarcha.
Sin mirar al balón, todas la rodeamos, suspiramos y escuchamos sus operaciones matemáticas. Contando con los dedos, Victoria calculaba ser el producto de la Nochevieja de 1990. Las demás repetíamos a coro—“no digas tonterías”, “los padres no piensan tanto”, e incluso la más despistada preguntaba “¿Por qué Nochevieja?”.
Satisfecha con su conclusión, Victoria se alejó de la pista y se derrumbó en el banco de madera a la derecha de la portería. Las demás intentamos acercarnos como una nube de abejorros, pero nuestro profesor de gimnasia nos amenazó con un suspenso claro y la recuperación en julio. A Victoria no le dijo nada, tan triste la veía.
Ese día, Victoria no dijo mucho más y pocas veces volvió a comentar el tema. Pero cuando su madre le ignoraba o su padre se olvidaba de llevarla a judo, ella recordaba que era una niña de invierno y que los demás pertenecían a la primavera.
De qué se habla en la calle
En Chile, el ejército patrulla las calles de Santiago mientras manifestantes queman tiendas y bloquean calles. Las protestas estallaron hace semana y media cuando el presidente Sebastián Piñera subió el precio del metro, de 800 a 830 pesos—1,17 dólares. Para parte de la población chilena, la medida fue la gota que colmó el vaso. Los estudiantes, a modo de protesta, se saltaban las puertas del metro para no pagar, pero a partir del viernes las manifestaciones se volvieron violentas con asaltos a tiendas, la quema de la compañía de energía Enel, y el destrozo del inmobiliario público—el 60% de la red del metro ha quedado dañada.
La respuesta de Piñera no se hizo esperar: este fin de semana Chile decretó estado de emergencia, sacando el ejército a la calle para contener los asaltos y echando atrás la medida. Además, desde el sábado, Santiago tiene toque de queda.
Las revueltas no se deben solo a la subida del metro. Pese a que Chile crece económicamente, la riqueza se queda en unas pocas manos y la desigualdad social aumenta. Este artículo de la BBC explica las claves de la crisis, y esta columna de opinión en La Tercera contextualiza la situación.
Qué se comenta en la redacción
En 1925, Virginia Woolf publicó La señora Dalloway, su cuarta novela y también la más famosa. Woolf relata un día en la vida de una mujer rica y británica, Clarissa Dalloway, mientras se prepara para la fiesta que dará en su casa esa noche. La novela empieza por la mañana y acaba por la noche, cuando los invitados se marchan de la fiesta. Entremedias, un joven trastornado tras la primera guerra mundial se suicida y la protagonista se debate entre vivir superficialmente o obligarse a que le importen las cosas. “Her life was a tissue of vanity and deceit”, escribe Woolf.
Aunque la trama es sencilla (un día de verano en las vidas de la alta alcurnia londinense), Woolf utiliza una técnica innovadora para el momento: el flujo de conciencia.
El lector se desliza por la mente de varios personajes que recuerdan, sueñan, sufren y se arrepienten: “Did it matter then, she asked herself, walking towards Bond Street, did it matter that she must inevitably cease completely? All this must go on without her; did she resent it; or did it not become consoling to believe that death ended absolutely?”
Para leer a gusto
1. Este reportaje de Charles Duhigg, 2019, sobre Amazon.
“In 2017, a few months after Forbes named Jeff Bezos, the founder of Amazon, the world’s richest man, a rumor spread among the company’s executives: Bill Gates, the former wealthiest person on earth, had called Bezos’s assistant to schedule a lunch, asking if Tuesday or Wednesday was available. The assistant informed Bezos of the invitation, and told him that both days were open. Bezos, who had built an empire exhorting employees to be “vocally self-critical,” and to never “believe their or their team’s body odor smells of perfume,” issued a command: Make it Thursday. Bezos’s power play was so mild that it likely wasn’t noticed by Gates, but within Amazon the story sparked a small panic (and, later, an official denial). Such a willful act of vanity felt like a bad omen.”
2. Este relato de D.H. Lawrence, 1926.
“Era una mujer hermosa, que había empezado con todas las ventajas que puede deparar la vida, y que, sin embargo, no tuvo suerte. Se casó por amor, y el amor se redujo a polvo. Tuvo hermosos hijos, pero llegó a creer que le habían sido impuestos, y no pudo amarlos. Ellos la miraban con frialdad, como si la encontraran culpable. Y bien pronto ella sintió que debía ocultar alguna falta. Sin embargo, nunca supo cuál era esa culpa que debía ocultar. Pero cuando sus hijos estaban presentes, sentía endurecérsele el centro del corazón. Esto la inquietaba, y en su inquietud trataba de mostrarse afectuosa y solícita con ellos, como si los quisiera mucho. Sólo ella sabía que en el centro de su corazón había un lugarcito duro que no podía sentir amor, que no podía amar a nadie. Todos decían: «Es una buena madre. Adora a sus hijos». Sólo ella y sus mismos hijos sabían que no era así. Leían la verdad en sus miradas”.
3. Este poema de Juan Ramón Jiménez, 1918.
“Yo no soy yo.
Soy este
que va a mi lado sin yo verlo,
que, a veces, voy a ver,
y que, a veces olvido.
El que calla, sereno, cuando hablo,
el que perdona, dulce, cuando odio,
el que pasea por donde no estoy,
el que quedará en pie cuando yo muera.”
Ánimo con el lunes y hasta la semana que viene,
Carmen
Imágenes de @miri_arroyo